domingo, 12 de agosto de 2012

ME APETECE

Me levanto, es domingo, y noto que hoy es un día de apetencias.
Me apetece. Entro en el cuarto de baño, me aseo temporalmente, a gusto pero inconclusa. Me miro en el espejo y me sonrío. Me apetece. Entro en la cocina, preparo un té especial: un té verde, oolong, con pétalos de rosas, pasas y ron. Mientras lo preparo, la mantequilla ya está fuera de la nevera, aclimatándose a la temperatura externa, suavizándose su dureza para que el cuchillo de untar se deslice sobre ella. El té reposa, preparo la mesa, una mesa bien puesta. Desayuno despacio, porque me apetece. Silencio, me rodea el silencio.
Recojo, me tumbo en el sofá. Me apetece. Me gusta la luz que entra a través de las ventanas, estoy contenta, no ha pasado nada en concreto, pero estoy contenta. Me apetece de repente liarme, ¿liarme?, no sé. En realidad, me apetece coger una liana, de esas que cuelgan de los árboles, balancearme con ella y reír. Llegar al río, pantano, estanque, que sé yo, pero siempre había uno en las películas de Tarzán. Me apetece. Me apetece entonces, lianarme, eso es, me apetece lianarme, un buen rato, recorriendo un buen tramo y gritar, Ah, ah, ah!.......que si no lo ha parecido es el grito de Tarzán, y entonces soltar la liana y caer en el agua. Un cocodrilo a mi espalda, pero le veo llegar es Tarzán quien me salva. Johnny Weismuler, el tio bueno de la época decía una vecina, Johnny Weismuler, campeón de natación, decía mi padre, Tarzán decía yo. Vuelta, otra vuelta, y el cocodrilo fuera de juego flotaba, cuchillo infalible de Tarzán que siempre llevaba, y yo salvada, y Tarzán con Chita regresaba.
Me apetece, quedarme en el agua, en otra agua, más limpia, entre dos azules, de espaldas a la costa, flotando en posición de muerto, entre dos azules, el del cielo, el del agua, enlazados en el horizonte. Me apetece. Me apetece mecerme en el agua, sentir el sonido, ese sonido que se divide en dos, por un lado ajetreo lejano, costa animada, externo, tras de mí, por otro lado un sonido denso, interno en el agua que me envuelve, rítmico, ¡Ah! Oigo mi respiración. Me apetece. Me apetece el masaje con que mima mi cabeza el agua en movimiento constante.
Me apetece, despertar de dicha posición y volcarme hacia atrás, realizar una circunferencia perfecta con mi cuerpo, en plano vertical distinguiendo una sección transversal en medio de ese mar.

Me apetece volver a mi sofá, imaginar levantándome y nadar en el espacio de mi hogar, nadar, que no bailar, porque necesito despegarme y no andar. Siempre me ha gustado imaginar que nadaba en el espacio, que bordeaba pilares, que pasaba entre puertas, que cambiaba de dirección. Llegué a pensar que era capaz de nadar en el espacio, de verdad.
Me apetece. Me noto a mí misma sonriendo, con una sonrisa labiodental, y me levanto, me acerco al equipo de música, marca Vieta, una antigüedad heredada que todavía funciona y que un día para mi sorpresa, encontré expuesto un modelo similar, en una exposición dedicada a aparatos del hogar en el IVAM. Selecciono un disco, vinilo, 33 revoluciones, lo limpio con mimo, y coloco en su lugar, va sonar “Edith Piaf”, “La vie en rose”………………………Y mientras lo escucho, añoro tanto París, mi París……………La canción termina…….zuuuuu(1) zuuuuuu(2),  zuuuuu(3).

Me voy a la ducha, me paro, y digo: ¡Qué bien ha empezado hoy el día!

Escrito por LIS AMÉLIE.              En Enero-Febrero de 2011.





3 comentarios:

  1. Qué bonito recordar los momentos vividos al escucharlo en la voz de su autora... todo un lujo y una experiencia. Un abrazo.
    La canción... ¿qué decir?

    ResponderEliminar
  2. Gracias Dani, para mí es un lujo y un disfrute leer para vosotros. Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Hola Lis: La vie en rose... una de mis canciones favoritas.
    París y yo no nos conocemos personalmente, pero esta ciudad siempre estará vestida en rosa dentro de mí.
    Gracias por traerme esta canción.

    Un beso

    Cris

    ResponderEliminar