miércoles, 5 de septiembre de 2012

DENZEL

Por que así sucedió, en el Campus de Burjassot, cuando una tarde de lluvia, estando en la puerta de la Facultad de Matemáticas oí un frenazo, y al fijarme le vi, el coche casi le atropelló, le miré y corrió hacia mí, hacia la puerta de la Facultad, a buscar refugio para no seguir mojándose.
Habíamos coincidido antes en el bar de la Facultad de Farmacia, que está enfrente, también allí en el Campus, donde yo comía con Amparo y Marta, varios días a la semana, y él lo hacía solo. Cómo no ver a un chico negro tan atractivo. Yo sabía que nos había visto a las tres, pues nos miraba durante largos ratos sin el más mínimo disimulo, pero aún así, no esperaba que me hablase cuando se paró a mi lado protegiéndose de la lluvia, y mucho menos que me dijese:
-“Ayer creí verla a la salida del cine y la seguí para hablar con usted”.
-“No era yo, contesté, ayer no fui al cine”.
-“Lo sé. ¿Pero le gusta el cine?”
-“Sí, claro”.
Y entonces, me invitó a ir al cine.
Y yo pensé, pero si ni siquiera nos hemos presentado, ni hemos empezado por quedar a tomar un café, ………..Esto debe ser normal en su país……….pues él tenía acento cubano.
Y yo le dije que no, que esos días estaba liada.
Y para mi sorpresa, él empezó a preparar emboscadas, así con disimulo, que yo no notaba, claro, a la puerta de la Facultad, a la puerta del bar, a la puerta de la Biblioteca,………………… cruzándonos a cualquiera hora por el Campus, coincidencias, claro, y un día, noté que avanzaba decidido hacia mí, y al llegar a mi encuentro, me dijo: “Me gustaría darle mi teléfono por si usted desea ponerse en contacto conmigo”.
Y me fue apuntando:
-El teléfono del Departamento donde estaba realizando una investigación como Ingeniero Químico, en un proyecto de colaboración entre España y Cuba.
-El teléfono del Despacho de su Director de Proyecto, un muy muy buen amigo suyo.
-El teléfono del Laboratorio, donde pasaba la mayor parte del tiempo.
-Y así varios teléfonos más.

Entonces yo, intrigada, pregunté: - “¿Y si tuviese la necesidad de contactar con usted, un sábado o un domingo, cuando la facultad está cerrada?
Él pensó durante unos segundos, y me contestó: - “Vivo en un piso de estudiantes, sin teléfono. Me envía usted un telegrama a mi piso”. Y me dió su dirección.
Guardé sus datos, y yo continué con mi vida, y él con sus emboscadas.
Tardé muchos días en hablarles de él a Amparo y a Marta, pero cuando lo hice ya no había vuelta atrás.
Amparo recién casada, con su marido fuera de congreso, y Marta en pleno divorcio.
Amparo le llamaba, nuestro Denzel Washington particular, y añadía: “musculado……….musculado………..musculado”.
Amparo, cariño, que te acabas de casar.
“Por eso mismo…………..por eso mismo……….por eso mismo” decía ella.
Marta: -“No quiero saber nada de hombres, pero he de reconocer que éste está muy bien”.
Así que ellas le invitaron a tomar un café, al que yo casualmente también asistí, y a partir de ahí, aprendí sobre Cuba, sobre el plan de estudios que él realizó en Moscú, y sobre otras cosas más……….. hasta que Anier, así se llamaba mi “Denzel Washington” particular, tuvo que volver a La Habana.
-      “Vente conmigo a La Habana, ven…..”
Pero yo no fui.
Días después, Miguel el marido de Amparo, salió de nuevo a un congreso y cenamos juntas en su casa, y vimos una película de Denzel Washington para recordar a Anier, y al terminar de verla, Amparo me dijo: “Vete a La Habana, vete, yo te acompaño”.
Y Marta: -“Yo también voy”.
Amparo puso sus manos en mi cintura, y empezó a moverse, detrás de ella Marta se nos unió, y mientras kongueábamos, pasillo arriba, pasillo abajo, yo empecé a cantar:
-      “A La Habana nos vamos”.
-      Y Amparo añadió: - “Y Miguel de Congresos”
-      Y Marta sentenció: - “A la mierda mi ex”.

Y yo tras oír “la palabra”, esa palabra que parece que no vale nada, pero que es tan potente, rotunda, consistente, que se emplea en diversas situaciones, que sirve para decir tanto, sin decir nada, y sale de dentro, de más abajo del estómago, de ahí, de un poquito más abajo.
Yo tras oír a Marta coronar con la palabra, decidí limitarme a emitir sonidos: “Bum-bum, bum-bum”.

Y a La Habana que nos fuimos, a ver Anier, a nuestro Denzel particular.
Y lo que allí aconteció, pues allí aconteció, aconteció, si queréis, otro día, os lo cuento.
      
  LIS   AMÉLIE.                                           Escrito el 5 de septiembre de 2011.

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